Jesús el Dios verdadero

Guías didácticas:

  1. Aunque hay mucho contenido en este tema, algunas partes podrían omitirse según las necesidades de los buscadores de la verdad, con el objetivo de completar este tema en una o dos sesiones.
  1. El objetivo de esta clase es ayudar a los buscadores de la verdad a comprender la esencia, las virtudes, la grandeza y la existencia del único Dios verdadero y comprender quién es Jesús y qué ha hecho.
  1. Si es posible, prepara un testimonio personal para compartir sobre cómo Dios ha estado presente en tu vida.

Diapositivas de presentación:

 

¿Existe Dios?

La Biblia nos dice que Dios, todopoderoso y lleno de amor, creó todas las cosas y gobierna su creación. Pero si no lo podemos ver, ¿cómo podemos saber si realmente existe este Dios? La verdad es que nadie puede comprobar empíricamente la existencia de Dios. Esta incapacidad se debe a la limitada capacidad humana. Un ser humano que es finito no puede reproducir el Dios infinito en un laboratorio u observarlo a través de un instrumento físico. Aún así, la creencia en Dios no es una fe ciega. Hay muchas maneras en las que Dios nos permite acercarnos a Él, y es posible saber que Él es real.

La creación

Primero, sabemos que Dios existe a través de la existencia del universo y de los organismos vivientes, incluyendo a los seres humanos.
Porque toda casa es hecha por alguno; pero el que hizo todas las cosas es Dios. (Hebreos 3:4)
Si estuvieras dentro de una selva y encontraras una hermosa mansión, aun si no supieses quién construyó la mansión, automáticamente asumirías que alguien la construyó. Sería absurdo pensar que la mansión se edificó sola. De la misma manera, cuando vemos todas las cosas que han sido tan cuidadosamente elaboradas en este universo, sabemos que hay un Maestro Constructor.
Los científicos han demostrado que el universo tal como lo conocemos, incluyendo el espacio, el tiempo, la materia y la energía, tuvo un principio. A través de una gran cantidad de energía el universo continúa expandiéndose. Esto se le conoce como la teoría del Big Bang. El hecho de que el universo tuvo un comienzo indica que hay un Creador que creó todo, ya que todas las cosas finitas tienen una causa. Las cosas no aparecen de la nada.
El Big Bang no fue una explosión al azar. En este inmenso cosmos, al que los científicos estiman un diámetro de 92 mil millones de años luz, las cosas han sido cuidadosamente afinadas para mantener la vida en el planeta Tierra. Muchas constantes de la naturaleza debieron reunirse de una manera perfectamente precisa para que la vida física fuera posible. Por ejemplo, si la fuerza de la gravedad fuera una fracción de un porcentaje más fuerte o más débil, no existirían las estrellas ni los planetas. Esto definitivamente no fue una coincidencia.
A nivel molecular, los científicos han descubierto que en una sola célula tiene dentro de sí mecanismos muy complejos. Información muy detallada ha sido codificada en el ADN para regular cómo la proteína lleva a cabo ciertas funciones dentro de la célula. Esta información es como la huella de un diseñador muy inteligente. Dichos fenómenos no se pueden explicar al azar.
Por lo tanto, se necesitaría muchísima más fe para creer que todo lo que vemos, incluyendo los seres humanos, son simplemente el producto de pura coincidencia, en vez de creer que hay un Dios infinito que creó todas las cosas.
Porque lo que de Dios se conoce les es manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen excusa. (Romanos 1:19-20)
La creación es el mejor testimonio del poder, la sabiduría y el amor de Dios. Al hombre también se le ha dado la capacidad de conocer a Dios, el Creador. Rechazar a Dios es reprimir la verdad que ha sido claramente demostrada.

La ley moral

Todos los seres humanos tienen un conocimiento del bien y el mal. Cuando leemos una novela o vemos una película, todos queremos que el bien triunfe sobre el mal. Cada vez que juzgamos si un comportamiento es bueno o malo, nos basamos en un estándar moral universal superior. Si todas las decisiones morales fueran relativas, entonces no habría cómo definir el bien ni el mal.
Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, estos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos. (Romanos 2:14-15)
La Biblia explica que incluso aquellos que no han aprendido la ley de las Sagradas Escrituras tienen la ley escrita en sus corazones. Dios le ha concedido esta capacidad natural al ser humano. La conciencia dentro de cada uno de nosotros atestigua sobre esta ley interna y atestigua sobre Dios que nos da la ley.

La religión

Una cosa que distingue a los seres humanos de todos los otros organismos es el deseo natural de buscar a Dios y encontrar el significado de la vida. Aunque no encontraríamos a un grupo de monos reuniéndose para orar o dar culto, la religión ha prosperado a lo largo de la historia humana y en todos los rincones del mundo, incluso en las sociedades más primitivas. Sabemos que sin Dios, nuestra existencia no tendría ningún significado. Seríamos simplemente un montón de moléculas andantes y un accidente cósmico. Todos los valores como el amor, la sabiduría y la dignidad serían una ilusión. ¿Qué nos inculcó este deseo de buscar más allá de nosotros mismos y encontrar un propósito superior?
Y de una sangre ha hecho todo el linaje de los hombres, para que habiten sobre toda la faz de la tierra; y les ha prefijado el orden de los tiempos, y los límites de su habitación; para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando, puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada uno de nosotros. (Hechos 17:26-27)
De acuerdo a la Biblia, Dios creó toda la raza humana y gobierna la vida de cada individuo de tal manera que el ser humano nace con el deseo de buscarlo. Esta necesidad espiritual dentro de nosotros es un poderoso testimonio de la existencia de Dios, el Creador.

Los milagros

La Biblia nos enseña que Dios no sólo creó todas las cosas, sino que también está personalmente involucrado en su creación. Él se manifiesta en la historia y en la vida de las personas para lograr su propósito. Dichas intervenciones divinas se denominan señales o milagros.
Muchas personas han clamado a Dios buscando ayuda o seguido las enseñanzas de la Biblia y han experimentado resultados milagrosos que no podrían ser explicados por pura coincidencia. Los problemas han sido resueltos, las enfermedades han sido curadas, los corazones han sido transformados, y hasta los muertos han vuelto a la vida. Muchos creyentes de La Verdadera Iglesia de Jesús pueden compartir este tipo de testimonios.
Tal vez la evidencia más certera de la existencia de Dios es que experimentes a Dios personalmente. Una manera de hacerlo es orar a Dios para pedirle el Espíritu Santo prometido.
Así que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, ha derramado esto que vosotros veis y oís. (Hechos 2:33)
Poder recibir el Espíritu Santo es una experiencia extraordinaria que se puede ver y oír. Cuando Dios derrama su Espíritu Santo sobre una persona, la persona recibe la habilidad para comunicarse con Dios de una manera milagrosa. Esta persona es dirigida por el Espíritu de Dios para hablar en un lenguaje sobrenatural con su propia lengua. No es un lenguaje que se puede aprender o enseñar, sino que se recibe a través del Espíritu Santo. Esta es una de las formas más directas de experimentar a Dios. Jesús promete que los que crean en Él y pidan el Espíritu Santo lo recibirán. En toda La Verdadera Iglesia de Jesús alrededor del mundo podemos observar esta experiencia milagrosa.

¿Quién es Dios?

¿Quién es Dios? ¿Cuál es la relación entre Dios y los seres humanos? La Biblia tiene las respuestas a estas preguntas porque Dios se revela a través de las palabras de la Biblia.

El Creador

“Tú solo eres Jehová; tú hiciste los cielos, y los cielos de los cielos, con todo su ejército, la tierra y todo lo que está en ella, los mares y todo lo que hay en ellos; y tú vivificas todas estas cosas, y los ejércitos de los cielos te adoran”. (Nehemías 9:6)
Todo lo que hay en este universo, desde el átomo más diminuto hasta la galaxia más enorme, desde una sola célula hasta el organismo más complejo, atestiguan la existencia de un diseñador infinitamente inteligente.
Este diseñador es Dios. Con su palabra comenzaron a existir el sol, la luna y las estrellas; y por su orden se formaron los océanos, las montañas y los ríos.
Dios también es el que da vida. Él creó los peces, las aves, los animales terrestres, los insectos y las plantas. Lo más importante es que creó a los seres humanos a su imagen. Somos creados para tener la naturaleza divina de nuestro Creador y compartir su gloria. Sin embargo, muchos de nosotros no reconocemos al Creador de todas las cosas, ni vivimos de una manera digna de las expectativas de Dios hacia sus hijos.
Si estás dispuesto a regresar al Dios que te creó y confiarle tu vida, Él creará hoy en ti un corazón nuevo para que puedas convertirte en una nueva persona y llevar una vida nueva y significativa.

El Gobernante

Porque Jehová es Dios grande,
Y Rey grande sobre todos los dioses.
Porque en su mano están las profundidades de la tierra,
Y las alturas de los montes son suyas.
Suyo también el mar, pues él lo hizo;
Y sus manos formaron la tierra seca.
Venid, adoremos y postrémonos;
Arrodillémonos delante de Jehová nuestro Hacedor. (Salmo 95:3-6)
El Dios que creó el universo también reina sobre su creación con su poder soberano. Las leyes universales e invariables de Dios son evidentes desde lo microscópico hasta lo astronómico. A través de estas leyes, Dios sustenta y mantiene unidas a todas las cosas.
Dios también gobierna sobre los seres vivos. Su providencia y cuidado mantienen todo el ecosistema de una manera equilibrada; su guía divina asegura que la existencia de todas las especies se apoye mutuamente siempre. Dios suministra suficiente aire, hace que caiga la lluvia del cielo, y da la luz solar para mantener la cadena alimenticia.
Hoy en día, Dios también gobierna dentro de los corazones de los que creen y confían en Él, no por fuerza, sino con amor. Los creyentes que obedecen las reglas de Dios, son guiados en sus vidas y reciben la certeza de la bienaventuranza eterna. Es el deber de los cristianos proclamar el reino de Dios hasta que el Rey de reyes reine sobre todas las naciones y los pueblos con justicia y rectitud. Entonces, Él recibirá todas las alabanzas y la exaltación que se merece.

El Salvador

Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. (Romanos 5:6-8)
¿Quién hubiera imaginado que el glorioso Dios de los cielos, rodeado de miles y miles de sus ángeles, adoptaría humildemente la forma de un ser humano, para nacer en un pesebre y ser criado en la casa de un carpintero?
Jesús, que es Dios encarnado, vino a este mundo a predicar el amor y la misericordia de Dios y su reino celestial. Sanó a los enfermos, liberó a los endemoniados, y reconfortó a los desamparados.
A pesar de sus muchos actos de compasión, Jesús fue calumniado, envidiado, y despreciado; fue arrestado, burlado, escupido, azotado, y finalmente clavado en la cruz. Por todas nuestras transgresiones, el Señor Jesús sufrió la agonía de la crucifixión y probó la amargura del rechazo de Dios. Aún así, resucitó al tercer día, habiendo ganado la victoria sobre el pecado y la muerte, y completado su obra de salvación para la humanidad.
La salvación que el Señor Jesucristo nos trajo manifiesta plenamente el inmenso amor de Dios. Es por su sacrificio que hemos sido librados del castigo eterno en el infierno. Es a través de su muerte que tenemos la oportunidad de volver a Dios y tenemos la esperanza de la vida eterna en el gozoso y feliz reino celestial.

El Juez

Pero Jehová permanecerá para siempre;
Ha dispuesto su trono para juicio.
Él juzgará al mundo con justicia,
Y a los pueblos con rectitud. (Salmo 9:7-8)
La misericordia de Dios no anula su justicia. A pesar de que Dios ciertamente perdona a los pecadores que verdaderamente se arrepienten y se alejan del mal, Él no deja a los malhechores sin castigo.
En un mundo lleno de fraude, codicia, opresión y odio, parece que la justicia muchas veces se oculta. La ausencia de una recompensa y un castigo inmediato nos hace dudar de la existencia de un Juez celestial que todo lo sabe.
Sin embargo, Dios ha prometido en la Biblia que la justicia finalmente prevalecerá. El Señor Jesucristo vendrá un día para juzgar al mundo entero, recompensará a cada uno según sus obras, y revelará todos los pensamientos pecaminosos del corazón. También condenará a todos los que se negaron a aceptar su salvación, pero recompensará a los justos con honor, gloria y vida eterna.

La esencia y la naturaleza de Dios

A través de la Biblia, Dios nos revela quién y cómo es Él, utilizando palabras que podemos entender y con las que podemos relacionar. Podemos referirnos a algunos pasajes de la Biblia que nos enseñan sobre la esencia y la naturaleza de Dios. De estos pasajes también podemos conocer el significado de su esencia y naturaleza para cada uno de nosotros.

Dios es Espíritu

“Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren”. (Juan 4:24)
Dios es Espíritu. A diferencia de un ídolo, Dios no es un objeto físico anclado a un solo lugar. Por lo tanto, hay que adorar a Dios por medio del espíritu. Esto significa que adorar a Dios no es simplemente tener una apariencia externa de piedad. Debemos buscarlo con un corazón sincero. A pesar de que no lo podamos ver ni tocar, a través de la fe podemos acercarnos a Dios y experimentar su presencia en nuestras vidas.
También debemos someternos humildemente a la guía del Espíritu y de la verdad de Dios. Al invitar al Espíritu de Dios a morar en nuestros corazones, podemos establecer una conexión mucho más cercana e íntima con Dios.

Dios es uno solo

“Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es”. (Deuteronomio 6:4)
El Señor, el Dios que los israelitas creían y adoraban, es uno. Ésta fue la autorrevelación de Dios a su pueblo y fue un principio básico de la fe para los israelitas. Confesamos que el Señor Dios es uno solo al vivir una vida totalmente dedicada a Él:
Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. (Deuteronomio 6:5)
Dios habló muchas veces a su pueblo a través del profeta Isaías para asegurarles que sólo Él es Dios:
Así dice Jehová Rey de Israel,     y su Redentor, Jehová de los ejércitos: “Yo soy el primero, y yo soy el postrero,     y fuera de mí no hay Dios”. (Isaías 44:6)
Debido a que Dios es el único Creador, Rey y Salvador, podemos confiar plenamente en Él, sabiendo que el Dios que gobierna todo nos ama y nos cuida.

Dios es eterno

Antes que naciesen los montes Y formases la tierra y el mundo, Desde el siglo y hasta el siglo, tú eres Dios. (Salmo 90:2)
Dios existe más allá de los límites del tiempo. Él existía antes de la creación y será Dios por siempre. Nosotros, que somos seres finitos y temporales, solo podemos encontrar nuestro propósito en nuestro Creador eterno.

Dios es invisible e inmortal

El único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén. (1 Timoteo 6:16)
Nuestro estado actual de existencia física limita lo que podemos experimentar. Por lo tanto, nadie es capaz de ver a Dios. Su existencia va más allá de este reino que ha sido creado. Debemos entregar humildemente toda la gloria y el honor a nuestro Dios infinito y eterno. Sin embargo, la Biblia promete que todos los que sirven a Dios lo verán cara a cara algún día. Su existencia corruptible también se volverá inmortal.
Hasta ahora hemos estudiado pasajes bíblicos que nos explican la trascendencia de Dios. Ahora, seguiremos con pasajes que hablan sobre la esencia de Dios basándose en sus interacciones con los seres humanos.

Dios es omnipotente

“¡Oh Señor Jehová! He aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder, y con tu brazo extendido, ni hay nada que sea difícil para ti”. (Jeremías 32:17)
La Biblia nos enseña que Dios es todopoderoso. Nada es demasiado difícil para Él, con Él todo es posible. Como hijos de Dios, podemos depender de Él completamente, especialmente ante dificultades insuperables. No hay problema que sea demasiado grande para Dios.

Dios es omnipresente

“¿Soy yo Dios de cerca solamente, dice Jehová, y no Dios desde muy lejos? ¿Se ocultará alguno, dice Jehová, en escondrijos que yo no lo vea? ¿No lleno yo, dice Jehová, el cielo y la tierra?” (Jeremías 23:23-24)
Nuestro Dios es tan grande que ni el más alto cielo puede contenerlo. Él está más allá de los límites del espacio. Dondequiera que estemos, podemos invocarlo y Él estará allí para respondernos.

Dios es omnisciente

“Los ojos de Jehová están en todo lugar, Mirando a los malos y a los buenos”. (Proverbios 15:3)
Dios tiene perfecto conocimiento de los caminos del hombre, para recompensar a cada uno según sus obras. Él incluso ve nuestros pensamientos y las intenciones de nuestros corazones. También conoce el futuro y dirige el curso de los acontecimientos futuros. Nada está más allá del alcance de la profunda sabiduría y el entendimiento de Dios.

Dios es inmutable

“Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”. (Hebreos 13:8)
La Biblia nos dice que Dios siempre es el mismo. Con Él no hay variación ni sombra debido al cambio. Esto no quiere decir que Dios sea estático y no responda. Más bien, Dios es inmutable en el sentido de que siempre es digno de confianza y se mantiene fiel a sus palabras.

Dios es soberano

“Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero”. (Isaías 46:9-10)
Como el gobernante soberano de toda la creación, Dios gobierna los reinos de los hombres. Cada evento bajo el cielo está bajo su control. Él hace todas las cosas según su voluntad. No sólo podemos confiarle nuestras vidas, sino que también debemos humildemente buscar su guía en nuestras vidas y obedecer su voluntad.

Dios es “YO SOY”

Y respondió Dios a Moisés: “YO SOY EL QUE SOY”. Y dijo: “Así dirás a los hijos de Israel: ‘YO SOY me envió a vosotros’”. (Éxodo 3:14)
Moisés, el siervo de Dios que fue elegido para dirigir a los israelitas, le preguntó al Señor cómo debía responderle a los israelitas si le preguntaran quién les había enviado a Moisés. Dios reveló su identidad como “YO SOY EL QUE SOY”. Esta autorrevelación de Dios resume efectivamente las muchas cualidades y atributos de Dios que hemos estudiado hasta ahora. Esencialmente, Dios es simplemente quien es. No hay nadie que pueda compararse con Dios, ya sea en su eterna auto-existencia, en su poder o en su omnipresencia. Sólo Él es digno de toda la gloria, el poder, el agradecimiento y la alabanza.
Las cualidades anteriores son exclusivas de Dios. Ahora examinaremos los atributos de Dios que Él espera que sus hijos imiten y desarrollen.

Dios es santo

“Exaltad a Jehová nuestro Dios, Y postraos ante su santo monte, Porque Jehová nuestro Dios es santo”. (Salmo 99:9)
El significado básico del término "santo" es "apartado". Cuando Dios declara en la Biblia que Él es santo, significa que su esencia está apartada de su creación. Él está sobre todas las cosas y es digno de nuestra alabanza y honor. Él es el estándar absoluto y perfecto contra el cual se compara todo. Todo lo que Él considere desagradable es inmundo y pecaminoso, y Él no tendrá parte en ello.
Como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes tenías estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: “Sed santos, porque yo soy santo”. (1 Pedro 1:14-16)
Dios es santo y desea que seamos santificados también. Como devotos de Dios, debemos comparar nuestros pensamientos y acciones con los valores de Dios y aprender a vivir en obediencia a Dios. De esta manera, podremos ser considerados verdaderos hijos de Dios.

Dios es justo y recto

Porque Jehová es Dios justo; bienaventurados todos los que confían en él. (Isaías 30:18)
Dios no sólo estableció el orden y las leyes, sino que también se atiene a su propia norma moral. Siempre podemos confiar que Él es bueno y recto. Por lo tanto, la Biblia llama a Dios como un Dios justo y recto.
Ya que Dios es Juez sobre todo la tierra, Él recompensa a cada uno según sus obras. Aunque durante un tiempo el malhechor pueda prosperar, Dios pagará a todos con perfecta justicia.
El cual pagará a cada uno conforme a sus obras: vida eterna a los que, perseverando en bien hacer, buscan gloria y honra e inmortalidad, pero ira y enojo a los que son contenciosos y no obedecen a la verdad, sino que obedecen a la injusticia. (Romanos 2:6-8)

Dios es verdadero y fiel

Mas Jehová es el Dios verdadero; él es Dios vivo y Rey eterno; a su ira tiembla la tierra, y las naciones no pueden sufrir su indignación. (Jeremías 10:10)
Dios es conocido en la Biblia como el Dios vivo y verdadero. Él es verdadero porque sólo Él es el Creador y Rey de toda la creación. Debido a que Él es el único Dios todopoderoso y eterno, podemos confiar plenamente en Él para gobernar y dirigir nuestras vidas.
Además, Dios es fiel. Él es fiel a sus palabras y no puede mentir. Él lleva a cabo todo lo que ha dicho y ninguna de sus palabras falla. Gracias a su fidelidad duradera, siempre podemos creer en sus promesas.
Estas son las cosas que habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la verdad y lo conducente a la paz en vuestras puertas. (Zacarías 8:16)
Dios desea ver la cualidad de la veracidad y fidelidad en su pueblo. Debemos ser dignos de confianza tanto en nuestras palabras como en nuestras conductas.
“Mas el que practica la verdad viene a la luz, para que sea manifiesto que sus obras son hechas en Dios”. (Juan 3:21)
Ser veraz va más allá de nuestra relación con los demás. También debemos ser fieles a Dios al seguir fielmente sus palabras. Si caminamos en la verdad, podemos ver la luz de Dios y experimentar su guía.

Dios es amor

“Misericordioso y clemente es Jehová; Lento para la ira, y grande en misericordia”. (Salmo 103:8)
Una manifestación de la fidelidad de Dios es su amor inagotable. Aunque Dios es perfectamente justo y no tolera el pecado, no se apresura a castigarnos cuando le desobedecemos. Más bien, es compasivo y tolerante. Él nos da muchas segundas oportunidades para volver a Él.
En la Biblia, vemos que el pueblo que Dios había elegido se rebeló contra Él una y otra vez. Sin embargo, por el bien de sus promesas, les mostró misericordia. Incluso cuando no tenía otra opción que castigarlos por sus malas acciones, aun así demostraba misericordia y se ofrecía a perdonarlos.
De la misma manera, Dios nos ama a pesar de nuestra desobediencia.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. (Juan 3:16)
Dios nos amó al darnos su Hijo amado para que pagara el precio de nuestros pecados y para que pudiéramos reconciliarnos con Dios. No hay amor más grande que este.
La Biblia nos dice: "Dios es amor". Él es la fuente del amor y nuestro principal ejemplo del amor. Él nos inspira a amar a los demás como a nosotros mismos, tal como Él nos ha amado.
Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros (1 Juan 4:7-12)

Jesús, el hombre más extraordinario

Jesús fue un hombre que vivió en Israel hace aproximadamente unos 2.000 años. Mucho de lo que se conoce acerca de Él está registrado en la Biblia. Sus enseñanzas, sus obras, su muerte y su resurrección tuvieron un efecto profundo y duradero en el mundo a través de los siglos.

Nacimiento e infancia

Jesús tuvo un nacimiento extraordinario. Su nacimiento fue anunciado por ángeles. Fue concebido por obra del Espíritu de Dios y nació de María mientras ella seguía siendo virgen. No había lugar para el bebé en la posada y por eso lo colocaron en un pesebre. Los magos de oriente vieron una estrella que les reveló el nacimiento del rey de los judíos. Viajaron a Belén para adorarlo.
Poco se ha escrito acerca de la infancia de Jesús. Pero sí sabemos que creció como hijo de un carpintero y llevó la vida de un plebeyo. Su sabiduría a la edad de 12 años sorprendió a los rabinos del templo. Sus padres sabían claramente que Él no era un niño ordinario, aún así, Él se sometió a sus padres como un hijo obediente.

Ministerio público

Y recorrió Jesús toda Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. (Mateo 4:23)
El ministerio de Jesús en este mundo consistió en enseñar, proclamar el evangelio y sanar.
Enseñó al pueblo a conocer a Dios y sus caminos. Habló sobre nuestra relación con Dios y entre nosotros, incluyendo los temas del pecado, el juicio, el arrepentimiento, la oración, el perdón, el sufrimiento, la compasión, la fe y la humildad. Nos mostró que lo que desea Dios no es una religión superficial sino una vida que proviene de un corazón obediente. Nos ayudó a volver al espíritu de la ley de Dios, enfatizando el amor y la misericordia hacia nuestros prójimos. Utilizó historias llamadas parábolas, como la parábola del buen samaritano y la parábola del hijo pródigo, para revelarnos el corazón de Dios. Sus enseñanzas exigen el estándar moral más alto, a la vez son tan prácticas como para aplicarlas a la vida diaria. A diferencia de los escribas en ese entonces, Jesús enseñaba con autoridad y las multitudes lo seguían para escuchar sus enseñanzas.
Jesús también proclamó las buenas nuevas de la vida eterna. Él mismo fue el regalo del amor de Dios para el mundo. Su nombre Jesús significa "el Señor salva". Vino a este mundo para ser nuestro rescate y para librarnos de nuestros pecados. Declaró que Él era la fuente de vida. Él saciaría el hambre espiritual y la sed espiritual de todo aquel que acudiera a Él. Prometió que aquellos que confíen en Él no serán condenados mas tendrán vida eterna y resucitarán en el último día. Le dijo al pueblo que había venido a buscar a los que estaban perdidos. Por esta razón, interactuaba con las personas que la sociedad despreciaba, como los recaudadores de impuestos y las prostitutas, para que tuvieran la oportunidad de volver a Dios y apartarse de sus pecados.
Además de enseñar y predicar, Jesús también sanaba a los enfermos. Como una demostración visible de su misión de liberar a la gente de este mundo, Jesús sanaba todo tipo de enfermedades y liberaba a los endemoniados dondequiera que fuera. A través de la sanación de Jesús, los ciegos veían, los cojos andaban, los mudos hablaban, los leprosos eran limpios e incluso los muertos volvían a la vida. No sólo estaba lleno del poder de Dios, sino que también sentía gran compasión por la gente. Tocaba a los intocables y daba esperanza a los desesperados. A través de su toque de sanación, la gente podía sentir el amor de Dios y sus vidas eran transformadas.

Conducta y carácter

Jesús no sólo introdujo un conjunto de ideales, sino que modelaba sus enseñanzas y mensajes en su propia vida. En Él vemos la santidad de Dios, sus palabras y sus conductas fueron perfectamente puras y sin pecado. Al mismo tiempo, Él manifestó el amor y la misericordia de Dios. Perdonó a los pecadores y a los que lo perseguían. Sacrificó su tiempo, su energía y hasta su propia vida para satisfacer las necesidades de los demás. Además de gracia y consuelo, sus palabras estaban llenas de sabiduría y de autoridad. Fue valiente ante sus adversarios, pero manso y gentil con todas las personas. No mostraba favoritismo, sino que se preocupaba por los débiles y los despreciados. Enseñó los principios más elevados, pero también sirvió como el menor de los esclavos. Nadie jamás ha encarnado plenamente la perfección de Dios como lo hizo Jesús.

Influencia

Pablo, uno de los discípulos de Jesús, solía perseguir a los cristianos. Pero después de que llegó a conocer a Jesús, dedicó el resto de su vida a predicar acerca de Jesús. Pablo escribió:
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. (Gálatas 2:20)
Muchos seguidores de Jesús pueden atestiguar cómo Él ha transformado sus vidas. Desde la fundación del cristianismo, innumerables creyentes han vivido y muerto por Aquel a quien llamaban Salvador. Al igual que Pablo, el amor abnegado de Jesús los ha obligado a atestiguar por Él y a predicar su nombre.
James Francis, que vivió en los años 1900, dijo lo siguiente acerca de Jesús:
Todos los ejércitos que han marchado Todas las armadas que han navegado Todos los parlamentos que se han reunido Todos los reyes que han reinado No han afectado la vida humana sobre la tierra Con tanto poder como lo hizo esa vida solitaria
Jesús ha cambiado la historia y ha traído la alegría, la esperanza y la paz duradera a la vida de las personas a través de los siglos. Te invitamos a venir y a conocer a este hombre extraordinario. Jesucristo, el Hijo de Dios, vivió en este mundo, murió en la cruz y resucitó. Él sigue viviendo hoy en día. Él ha venido para darnos la vida. En Él encontrarás una vida abundante y una vida eterna.

Jesús, el Hijo de Dios

La diferencia entre Jesús y los humanos es que no era sólo un hombre, sino que también era Dios. La Biblia nos dice que Dios se hizo hombre y lo hizo para salvar a la humanidad del pecado.
Según Juan capítulo 1, Jesús es llamado “el Verbo”. Él es el Dios eterno y el Creador que se reveló al mundo al venir en carne.
En principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. (Juan 1:1)
Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. (Juan 1:3)
Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad. (Juan 1:14)
A Dios nadie le vio jamás; el unigénito Hijo, que está en el seno del Padre, él le ha dado a conocer. (Juan 1:18)
Por esta razón, Jesús fue llamado el Hijo de Dios. Esta es una denominación única para Jesús. Significa que vino de Dios y era la manifestación de Dios en carne. Jesús dijo: “El que me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Juan 14:9). También dijo: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Fue por esta razón que los judíos lo acusaron de blasfemia, ya que con estas palabras Jesús alegaba que era Dios.
Jesús también hizo muchas declaraciones autoritarias acerca de su identidad. Aquí hay unos ejemplos:
“Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre”. (Juan 6:51)
“Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente. ¿Crees esto?” (Juan 11:25-26)
“Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. (Juan 14:6)
Estas palabras de Jesús, si fuesen ciertas, eran declaraciones y promesas que sólo Dios podría hacer. Le decía al mundo que Él es el único camino a Dios y todo aquel que crea en Él tendrá vida eterna.
¿Cómo podemos confiar en la declaración de Jesús de que Él es Dios? ¿Podemos aceptar la confesión de sus discípulos de que Él es el Hijo de Dios? Ahora examinaremos la evidencia que presenta la Biblia para demostrar que Jesús es de hecho el Hijo de Dios.

Su nacimiento

El nacimiento de Jesús fue extraordinario. María, que había sido prometida a José, se encontró embarazada antes de que se juntaran. Cuando José se enteró del embarazo y planeaba cancelar el compromiso, un ángel del Señor se le apareció y le dijo que el niño que había sido concebido en ella era del Espíritu Santo. El ángel Gabriel también se apareció a María para predecir el nacimiento virginal:
Respondiendo el ángel, le dijo: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por lo cual también el Santo Ser que nacerá, será llamado Hijo de Dios”. (Lucas 1:35)
Puesto que Jesús era Dios encarnado, no nació de antecedentes humanos, sino que fue concebido por el Espíritu Santo de Dios. Más de setecientos años antes de Cristo, Dios ya había anunciado esta entrada divina al mundo que no tenía precedente alguno:
“He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel”. (Isaías 7:14)
Esta profecía se cumplió con el nacimiento de Jesús. Esto era algo que no era humanamente posible. Esto demuestra que Él es el Emanuel, que significa "Dios con nosotros". Él es Dios que se hizo carne para habitar entre los seres humanos.

Su perfección

“Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la Deidad”. (Colosenses 2:9)
Como Dios encarnado, Jesús fue la encarnación completa de Dios.
“el cual, siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia”, (Hebreos 1:3)
La naturaleza divina de Dios se ve claramente en el hombre Jesús. Él era irreprochable en sus palabras y acciones. La Biblia nos dice que Él fue tentado en todo, pero se mantuvo sin pecado. Los que lo envidiaban trataban de encontrarle defectos, pero no pudieron. Ante sus oponentes, Jesús preguntó:
“¿Quién de vosotros me redarguye de pecado?” (Juan 8:46)
Jesús no sólo carecía de pecado, sino que también emanaba la perfección, santidad, justicia, misericordia y compasión de Dios. Su santidad hacía que los demás se volvieran conscientes de su pecaminosidad, pero su amor atrajo a los pecadores a Él para encontrar el perdón. Ningún otro ser humano podría exhibir las cualidades divinas tan plenamente como lo hizo Jesús.

Sus milagros

Los evangelios están llenos de historias sobre Jesús haciendo milagros. Su poder divino atestiguaba que Él era el Hijo de Dios.
Como se mencionó en la sección anterior, Jesús sanó todo tipo de enfermedades y liberó a los endemoniados dondequiera que iba. Hasta resucitó a los muertos, demostrando que Él es el Señor de la vida.
Ejerció su autoridad sobre la naturaleza. Calmó la tormenta, convirtió el agua en vino, caminó sobre el mar. Alimentó a multitudes con tan sólo unas pocas hogazas de pan y pescado. Los discípulos de Jesús no pudieron pescar ni un solo pez en toda la noche, pero al seguir sus instrucciones, echaron la red y atraparon una red llena de peces.
Jesús también poseía un conocimiento trascendente. Antes de que su seguidor Natanael lo conociera en persona, Él ya había visto lo que Natanael había hecho. Sabía los pensamientos dentro de los corazones de los escribas cuando lo interrogaban. Predijo con precisión su propio sufrimiento y su muerte. Comprendió el corazón arrepentido de Zaqueo, el recaudador de impuestos, y le trajo esperanza y perdón.
La Biblia nos dice que era tanto lo que hizo Jesús que si se escribiera cada una de sus acciones, ni el mundo entero podría contener los libros que se escribirían. Los milagros que hizo no sólo ayudaron a los necesitados, sino que también demostraron al mundo que Él es el Hijo de Dios. En otra sección, examinaremos el milagro más grande que realizó Jesús: su resurrección de entre los muertos. Debido a que Él ha resucitado de la muerte, hoy podemos tocar personalmente al Salvador vivo. Las muchas señales y milagros de Jesús, incluyendo su último milagro de la resurrección, nos convencen de que Él es el Hijo de Dios en quien podemos confiar.
Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero estas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre. (Juan 20:30-31)
Jesús no fue sólo un buen hombre o un maestro moral ejemplar. Él es el Dios vivo y verdadero y el único Salvador del mundo. Mientras nos acercamos a Jesús, debemos tomar una decisión. En la Biblia, Él nos presenta esta elección claramente. El que confíe en Él tendrá vida eterna, pero el que lo rechace quedará condenado y morirá en pecado.

El sufrimiento y la muerte de Jesús

Cuando Jesús estaba en el mundo, Él estaba muy consciente de su misión de salvar a la humanidad del pecado. Para cumplir esta misión, Él tenía que sacrificar su vida. Les dijo a sus discípulos:
“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”. (Marcos 10:45)
Jesús explicó el doble propósito de su venida a este mundo: para servir y para entregar su vida como rescate.

Para servir

Jesús es el Creador y el Rey de toda la creación. Pero cuando vino en carne como hombre, se humilló a sí mismo y tomó forma de siervo. Nació en un pesebre y vivió una vida humilde. Jesús era dueño del mundo entero, pero se hizo pobre por nosotros:
“Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos”. (2 Corintios 8:9)
Jesús renunció a una vida de comodidad para predicar las buenas nuevas del reino de Dios y para sanar a los enfermos. Le dijo a alguien que deseaba ser su discípulo:
“Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza”. (Lucas 9:58)
El término "Hijo del Hombre" era la manera en la que Jesús se refería a sí mismo. Esto indica que era un hombre como nosotros y estaba asociado con su humildad y sufrimiento.
Para llevar a cabo su ministerio, Jesús también sufrió el rechazo, la envidia, el odio y las acusaciones. Cumplió la profecía del libro de Isaías sobre el siervo sufriente.
Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. (Isaías 53:3)
A través de los sufrimientos de Jesús, Él puede relacionarse plenamente con nuestros sufrimientos y nos tiene simpatía. Él conoce y comprende nuestras aflicciones y nuestros dolores.

Para dar su vida en rescate

Los sufrimientos de Jesús se culminaron en la cruz, donde entregó su propia vida por la humanidad. Desde el comienzo de su ministerio, Jesús sabía que debía sufrir y morir en la cruz para lograr la salvación. Él declaró:
Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:14-15)
Jesús quería decir que Él sería colgado en la cruz cuando se refirió al ser levantado, y que eventualmente resucitaría y recibiría gloria. El propósito de su muerte en la cruz es para que todo aquel que crea en Él tenga vida eterna.
Después de aproximadamente tres años de ministerio público, cuando llegó el momento de que Jesús llevara a cabo su misión, se dirigió a Jerusalén sin duda alguna. Predijo su muerte a sus discípulos:
“He aquí subimos a Jerusalén, y el Hijo del Hombre será entregado a los principales sacerdotes y a los escribas, y le condenarán a muerte; y le entregarán a los gentiles para que le escarnezcan, le azoten, y le crucifiquen; mas al tercer día resucitará”. (Mateo 20:18-19)
Como Jesús había predicho, uno de sus discípulos lo traicionó y acordó con las autoridades religiosas para arrestarlo. Jesús, ante la agonía que estaba a punto de soportar en la cruz, oró con fuertes gritos en el Huerto de Getsemaní.
Y él se apartó de ellos a distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró, diciendo: “Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra. (Lucas 22:41-44)
En la noche de la Pascua judía, Judas, el discípulo que lo traicionaría, trajo consigo una gran multitud con espadas y palos para arrestar a Jesús. Obedeciendo la voluntad del Padre celestial, Jesús se entregó a sus enemigos. El concilio judío presentó falsos testigos con cargos en contra de Jesús y lo condenó a muerte. Llevaron a Jesús ante el gobernador romano Pilato para que lo condenara a muerte. Pilato interrogó a Jesús y no pudo encontrar ninguna falta en Él. Pero debido a las intensas presiones de los judíos y de sus líderes, Pilato cedió a sus deseos. Se lavó las manos para declarar que no tenía parte alguna en el derramamiento de la sangre de un inocente. Entonces Pilato ordenó que Jesús fuera ejecutado.
La Biblia detalla la humillación y la tortura que soportó Jesús:
Entonces los soldados del gobernador llevaron a Jesús al pretorio, y reunieron alrededor de él a toda la compañía; y desnudándole, le echaron encima un manto de escarlata, y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: “¡Salve, Rey de los judíos!” Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, le pusieron sus vestidos, y le llevaron para crucificarle. (Mateo 27:27-31)
La crucifixión era la forma más cruel de ejecución. Los romanos lo reservaban para los peores criminales. La crucifixión fue diseñada para causar una muerte lenta y atroz. Aunque Jesús era un hombre justo, fue crucificado como un criminal, con dos ladrones crucificados junto a Él. A pesar de que estaba colgado en la cruz, la gente continuaba burlándose de Él.
En la cruz vemos el lado más oscuro de la humanidad. El mayor mal fue perpetrado contra el perfecto Hijo de Dios. Pero en la cruz también vemos el triunfo del bien sobre el mal a través de la mayor manifestación del amor. Como les había dicho a sus discípulos, Jesús se convirtió en nuestro rescate. La muerte sacrificial de Jesús es para redimirnos de nuestros pecados. Él pagó por nuestras transgresiones y cargó con nuestro castigo. Dios cargó sobre Él la iniquidad de todos nosotros. Fue abandonado por Dios y probó la muerte por nosotros.
Porque también Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu. (1 Pedro 3:18)
Mientras Jesús sufría en la cruz, la oscuridad cubrió toda la tierra, como si el cielo no pudiera soportar ver el castigo infligido al Hijo de Dios. Jesús finalmente clamó a gran voz, inclinó su cabeza y entregó su Espíritu. La tierra tembló y el velo del templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. El centurión romano y los soldados quedaron muy asombrados por la muerte de Jesús y dijeron: “¡Verdaderamente éste era el Hijo de Dios!”
No hay mayor amor que el que nuestro Señor Jesús sufrió por nosotros. Dios no nos ama de lejos o con un simple sentimiento de afecto. Él nos amó tanto al venir a este mundo para soportar nuestro dolor y morir por nosotros, que nos hemos rebelado contra Él.
“Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna”. (Juan 3:16)
Mediante la muerte de su Hijo, Dios nos ha dado el mejor regalo: la vida eterna. Para recibir este regalo, debemos creer en Jesús como nuestro Señor y Salvador y confiarle nuestras vidas.

La resurrección de Jesús

Durante el ministerio de Jesús, Él predijo que sufriría y moriría, y que resucitaría al tercer día. Declaró que tenía el poder divino para sacrificar su propia vida y para tomarla de nuevo:
Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas… Nadie me la quita, sino que yo de mí mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar. (Juan 10:11, 18)
Esta no era una declaración insignificante. Nadie en la historia podía ni había resucitado por su propia cuenta. Pero Jesús afirmó que Él podría hacerlo ya que Él es el Señor de la vida. La creencia de que Jesús es verdaderamente el Hijo de Dios dependería del cumplimiento de esta declaración.

La tumba vacía

Después de su muerte, Jesús fue sepultado en una tumba excavada en una roca. Se colocó una gran piedra para cubrir de forma segura la entrada. Era tan enorme la piedra que se necesitaban varios hombres para moverla. Los líderes religiosos que se oponían a Jesús recordaron su predicción cuando aún estaba vivo, de que resucitaría después de tres días. Temían que sus discípulos robaran su cuerpo de la tumba para hacer creer a la gente que Jesús había resucitado de la muerte. Por eso, pidieron permiso a Pilato para que la entrada a la tumba fuera sellada con una piedra y que hubiesen guardias para vigilar el sepulcro.
Al amanecer del tercer día, ocurrió un gran milagro:
Y hubo un gran terremoto; porque un ángel del Señor, descendiendo del cielo y llegando, removió la piedra, y se sentó sobre ella. Su aspecto era como un relámpago, y su vestido blanco como la nieve. Y de miedo de él los guardas temblaron y se quedaron como muertos. (Mateo 28:2-4)
Muy temprano en la mañana, algunas mujeres que seguían a Jesús llegaron a la tumba con especias para ungir el cuerpo de Jesús. Justo cuando se preguntaban quién podría ayudarles a mover la gran piedra que cubría la entrada, miraron hacia arriba y vieron que la piedra había sido corrida. Después de entrar en la tumba, no pudieron encontrar el cuerpo de Jesús. ¡Había desaparecido! Vieron al ángel, vestido de blanco, sentado dentro del sepulcro. Estaban asustadas. Pero el ángel les dijo:
Mas él les dijo: “No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron”. (Marcos 16:6)
La tumba donde habían puesto a Jesús estaba vacía. Jesús había resucitado de entre los muertos como había dicho que lo haría.

Las apariciones de Jesús

Después de que Jesús había resucitado de entre los muertos, se apareció a sus discípulos. Primero se le apareció a María Magdalena, que había venido al sepulcro para ver el cuerpo de Jesús. María fue y les dijo a los discípulos que Jesús estaba vivo, pero los discípulos no la creían.
Mientras dos discípulos se dirigían a un pueblo llamado Emaús, Jesús se les apareció como compañero de viaje y comenzó a conversar con ellos. Jesús hasta les explicó las Escrituras sobre cómo Cristo debía sufrir y entrar en su gloria. No fue hasta que Jesús se sentó a la mesa para cenar con ellos que reconocieron a Jesús. Entonces Jesús desapareció de su vista. Regresaron rápidamente con los otros discípulos para contarles que se habían encontrado con Jesús en el camino. Pero los otros discípulos tampoco les creyeron.
Una noche, los discípulos estaban reunidos en un lugar. Habían cerrado las puertas con llave porque tenían miedo de los judíos. Jesús vino y se paró entre ellos y les dijo: "La paz esté con vosotros". Tomás, uno de los discípulos de Jesús, no estaba entre ellos. Cuando los discípulos le dijeron que Jesús se les había aparecido, él se negó a creer. Esta es la conocida historia del incrédulo Tomás. Dijo que nunca creería a menos que pudiera ver y tocar la marca de los clavos en las manos de Jesús y poner sus manos en el costado de Jesús. Ocho días después, mientras Tomás estaba con los demás discípulos, Jesús se les apareció nuevamente. Jesús invitó a Tomás a que tocara su mano y su costado. Tomás le dijo a Jesús: "¡Señor mío y Dios mío!”
En diferentes ocasiones, Jesús, el Señor resucitado, se apareció a sus discípulos, hasta quinientos de ellos a la vez. El libro de los Hechos resume las apariciones de Jesús resucitado de esta manera:
Se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios. (Hechos 1:3)
El Señor Jesús sabía que los discípulos no podrían creer que Él de hecho volvería a la vida. Por lo tanto, utilizó muchas pruebas para convencerlos de que Él estaba vivo. Al final de los cuarenta días, ascendió al cielo en una nube delante de sus discípulos.

Él vive

La Biblia nos dice que Jesús fue declarado el Hijo de Dios por su resurrección de entre los muertos. Si Jesús no hubiera resucitado después de su muerte, habría sido simplemente un ser humano. A lo más, habría sido un héroe que murió por una causa noble. Su muerte sería admirable, pero no traería vida eterna a sus seguidores. Pero si es que ciertamente resucitó de la muerte, entonces Él es de hecho nuestro Salvador en quien podemos confiar y ser salvos.
El Señor Jesús dijo a sus discípulos estando todavía con ellos:
Todavía un poco, y el mundo no me verá más; pero vosotros me veréis; porque yo vivo, vosotros también viviréis. (Juan 14:19)
La fe cristiana se basa en el Cristo vivo. Debido a que los discípulos presenciaron personalmente al Señor Jesús resucitado y recibieron el Espíritu Santo que Jesús había prometido, supieron que el don de la vida eterna es verdadero. Estos discípulos tímidos se convirtieron en testigos poderosos del Señor. Fueron a todas partes anunciando que Jesús es el Cristo vivo.
Los enemigos de Jesús conocían las consecuencias de que los discípulos proclamaran que Jesús había resucitado de la muerte. Para asegurarse de que nadie pudiera robar el cuerpo de Jesús e inventar tal mentira, enviaron soldados para sellar y custodiar la tumba. Pero la muerte no pudo encadenar a Jesús, el Señor de la vida. La tumba vacía era una evidencia sólida que comprobaba la resurrección de Jesús. Si Jesús no resucitó de la muerte como predicaban los discípulos, hubiera sido fácil comprobarlo. Todo lo que se tendría que hacer era mostrar el cuerpo de Jesús y ese habría sido el fin del cristianismo. Pero nadie podía hacerlo, porque Jesús había resucitado.
A pesar de las persecuciones de las autoridades religiosas, los discípulos continuaron proclamando el nombre de Jesús. Muchos cristianos murieron en manos de sus perseguidores, pero el mensaje de Cristo se difundió a lo largo y a lo ancho. Ningún tonto sacrificaría voluntariamente su vida por decir una mentira. Los discípulos de Jesús no podían ser silenciados, incluso bajo amenaza de muerte, porque habían visto personalmente al Señor resucitado.
Hoy en día, también podemos saber personalmente que Jesús está vivo. Podemos pedirle que nos dé su Espíritu Santo como lo ha prometido. Cuando recibimos el Espíritu Santo, podemos saber sin duda alguna que Jesús resucitó de la muerte. Porque Él vive, nosotros los que creemos en Él y lo seguimos también viviremos. Debido a que el Señor Jesús ha conquistado el poder de la muerte, podemos estar seguros de que también seremos resucitados a la vida eterna cuando Él regrese.

Preguntas y respuestas frecuentes

  1. ¿Cómo sabemos que Dios existe? [1.10]
  1. ¿Puede Dios ser realmente omnipotente? [1.14]
  1. ¿Existen muchos dioses? [1.16]
  1. ¿Es el fenómeno universal de creer en Dios evidencia de que Dios existe? [1.17]
  1. ¿Por qué somos culpables por algo que hizo Adán? [2.3]
  1. Si Dios es bueno, ¿por qué permite que exista el sufrimiento? [2.4]
    1. Respuestas (Preguntas y respuestas, Capítulo 1: La existencia de Dios; Capítulo 2: La bondad de Dios)