Guías didácticas:
- Puede optar por completar este tema en una sesión.
- El objetivo de esta clase es ayudar a los buscadores de la verdad a comprender el significado y la necesidad del lavado de pies para la salvación, así como las enseñanzas prácticas de este sacramento.
Diapositivas de presentación:
▶️ Diapositivas sobre el lavado de pies para usar en clase
La necesidad del lavado de pies
Durante la última cena de Jesús con sus discípulos, Jesús hizo algo fuera de lo común. Este acto extraordinario sería esencial para la salvación de todos los creyentes. La Biblia nos dice que el Señor Jesús
se levantó de la cena, y se quitó su manto, y tomando una toalla, se la ciñó. Luego puso agua en un lebrillo, y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a enjugarlos con la toalla con que estaba ceñido. (Juan 13:4-5)
El rechazo de Pedro
Cuando Jesús se acercó a Simón Pedro, Pedro objetó diciendo: “Señor, ¿tú me lavas los pies?” Pedro debió haber estado asombrado. Sólo los más humillados de los esclavos lavaban los pies de sus amos. ¿Cómo podía su Maestro y su Señor realizar una tarea tan humillante como la de lavar los pies de los discípulos?
Jesús reconoció el hecho de que su acción era difícil de comprender. Le dijo a Pedro: "Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después". Le aseguró a Pedro que más adelante entendería el significado del lavado de pies.
Pero aún así, Pedro no permitió que Jesús le lavara los pies. Con un lenguaje fuerte, Pedro le dijo a Jesús: “No me lavarás los pies jamás”.
El ultimátum de Jesús
Por la insistencia de Pedro, nuestro Señor Jesús podría simplemente haber avanzado para lavar los pies del siguiente discípulo. Pero Jesús le respondió a Pedro con un ultimátum:
“Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”. (Juan 13:8)
La respuesta de Jesús fue solemne. La consecuencia de rechazar el lavado de pies de Jesús no podría ser más severa. Si Jesús no le lavara los pies, Pedro no tendría parte con Jesús en ese mismo instante. Aunque Pedro había seguido fielmente al Señor Jesús todos esos años, Jesús negaría cualquier relación con Pedro si no le lavara los pies.
Pedro no entendía por qué Jesús tenía que lavarle los pies. Pero seguramente entendió la seriedad de las palabras de Jesús.
Le dijo Simón Pedro: “Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza”. (Juan 13:9)
Vemos aquí la completa inversión de la posición de Pedro. Él acababa de prometer que nunca dejaría que Jesús le lavara los pies. Pero después del ultimátum de Jesús, Pedro le pidió al Señor que no solo le lavara los pies, sino también sus manos y su cabeza. Pedro se dio cuenta de la terrible consecuencia de no ser lavado por el Señor. No se arriesgaría a la posibilidad de no tener parte con el Señor.
Tener parte con el Señor
Las palabras de Jesús a Pedro fueron claras: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”. El hecho de que si Jesús le lavara o no a Pedro determinaría si Pedro tendría o no parte con Jesús. Dejar que Jesús nos lave los pies es tener parte con Él. No dejar que Jesús nos lave los pies es no tener parte con Él. Por lo tanto, el lavado de pies de Jesús tiene un efecto directo en la salvación.
Tener parte con alguien es identificarse con esa persona y compartir su destino. En una de las parábolas de Jesús, dijo que el siervo malo tendrá su parte con los hipócritas (Mateo 24:51). Esto significa que será considerado uno de los hipócritas y sufrirá su castigo. La Biblia también habla sobre tener parte en la primera resurrección (Apocalipsis 20:6) y tener parte del libro de la vida y de la santa ciudad (Apocalipsis 22:19). Si tenemos parte en estas cosas, seremos considerados herederos legítimos del reino de Dios. Por lo tanto, tener parte con Jesús significa pertenecer a Jesús y participar en su vida eterna.
Basándose en las palabras de Jesús, La Verdadera Iglesia de Jesús cree que el lavado de pies es necesario para la salvación. El lavado de pies es considerado un sacramento, porque nuestro Señor Jesús lo instituyó y ordenó a sus discípulos que hicieran lo mismo para que los creyentes pudieran salvarse mediante el acto del lavado de pies. Al recibir el lavado de pies de nuestro Señor Jesús, tenemos parte con el Señor Jesús.
El lavado de amor
Una interpretación común del lavado de pies de Jesús es que Jesús estaba usando una costumbre de su época para enseñar a sus discípulos la lección de humildad y servicio. El lavado de pies de Jesús ciertamente nos enseña verdades importantes sobre la humildad y el servicio, pero es mucho más que un acto simbólico.
Jesús desafió las normas sociales
Lo que Jesús hizo fue en realidad contrario a la costumbre. En las sociedades antiguas, era costumbre que un anfitrión ofreciera agua a sus invitados como un gesto de hospitalidad. Pero era el invitado quien se lavaba sus pies. El anfitrión no lavaba los pies del invitado. Los judíos consideraban que tocar los pies de otra persona era un acto tan humillante que ni siquiera a los esclavos judíos se les debía exigir lavar los pies de sus amos. Este acto tan humillante sólo se podría delegar a esclavos extranjeros. Lavar los pies de otro es la forma más humillante de servidumbre y subyugación.
Al comprender este trasfondo nos ayuda a explicar por qué Pedro se opuso tan firmemente al lavado de pies de Jesús. Para Jesús, quien era el Maestro y el Señor, lavar los pies de sus discípulos iba completamente en contra de las normas sociales. Su acción única fue para un propósito espiritual mucho mayor.
Jesús amó hasta el fin
La narración del lavado de pies comienza con una introducción solemne:
Antes de la fiesta de la pascua, sabiendo Jesús que su hora había llegado para que pasase de este mundo al Padre, como había amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin. (Juan 13:1)
Jesús amaba a sus discípulos cuando estaba con ellos. Les enseñaba, los animaba y los protegía. Ahora, en la última cena, Jesús los amó una vez más con un acto supremo de amor. Como lo muestra en el resto del pasaje, Jesús amó a los discípulos hasta el fin lavándoles los pies. Es por ello que llamamos al lavado de pies de Jesús el lavado de amor.
Pero, ¿cómo es que el acto de lavar los pies de los discípulos es un acto supremo de amor? Si el lavado de pies fuera sólo un acto simbólico para enseñar una lección moral, difícilmente podría llamarse “un acto de amor hasta el fin”. Lo que hizo que el lavado de pies de Jesús fuera un acto supremo de amor es el don de la vida eterna que Jesús otorga a los discípulos a través del lavado de pies.
sabiendo Jesús que el Padre le había dado todas las cosas en las manos, y que había salido de Dios, y a Dios iba, (Juan 13:3)
Jesús comenzó a lavar los pies de sus discípulos sabiendo que el Padre le había entregado todas las cosas en sus manos. Esto significa que el Padre le había dado a Jesús la autoridad de otorgar vida eterna a los creyentes.
El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano. El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. (Juan 3:35-36)
El Padre ha dado todas las cosas en las manos de Jesús para que todo aquel que crea en el Hijo tenga vida eterna. Cuando Jesús lavó los pies de sus discípulos, la Biblia nos dice que Jesús sabía que el Padre le había dado todas las cosas en sus manos. Con la autoridad de otorgar vida eterna en sus manos, Jesús lavó a sus discípulos. Detrás del acto físico del lavado estaba el acto espiritual de otorgar vida eterna. Por esta razón, el lavado de pies permitió a los discípulos tener parte con Jesús.
Si “yo” no te lavare
Las palabras de Jesús a Pedro confirman además que el lavado de pies de Jesús no fue sólo con el propósito de enseñar una lección sobre humildad y servicio. Cuando Pedro rechazó el lavado, Jesús le dijo: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”. Jesús no dijo: “Si no lavas los pies de otros, no tendrás parte conmigo”. En la declaración de Jesús, no le estaba pidiendo a Pedro que sirviera humildemente a otros para tener parte con el Señor. Lo que le permite a Pedro tener parte con el Señor no es lo que Pedro hace, sino lo que el Señor Jesús hace. Es por el lavado del Señor que podemos tener parte con Él. Cada uno de nosotros necesita recibir el lavado del Señor.
Al lavar los pies de sus discípulos, el Señor Jesús los amó hasta el fin. Al recibir el lavado de pies, los discípulos obtuvieron la gloriosa promesa de la vida eterna. De la misma forma, el Señor Jesús nos ama lavándonos los pies. ¿Cómo recibimos hoy su lavado de amor?
El lavado de pies de hoy
Nuestro Señor Jesús le dijo a Pedro: “Si no te lavare, no tendrás parte conmigo”. Cuando Pedro entendió la importancia del lavado de pies de Jesús, inmediatamente dejó que el Señor le lavara los pies.
Pero, ¿las palabras de Jesús eran sólo para Pedro? Veamos lo que dijo Jesús:
Jesús le dijo: “El que está lavado, no necesita sino lavarse los pies, pues está todo limpio; y vosotros limpios estáis, aunque no todos”. (Juan 13:10)
Pedro había pedido al Señor que le lavara no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza. El Señor Jesús le explicó a Pedro por qué sólo es necesario lavar los pies. La verdad que el Señor expone aquí se aplica no sólo a Pedro, sino a todos los que “están lavados”.
Para todos los creyentes
¿Quién es aquel que ya está lavado? La palabra "lavado" también se traduce como "bañado" en otras versiones de la Biblia. La palabra griega denota el lavado de todo el cuerpo. ¿A qué se refería Jesús cuando dijo: “El que está lavado”? Tito 3:5 nos dice:
Nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo.
En este pasaje, aprendemos que Dios ha salvado a los creyentes de Jesucristo a través del lavamiento de la regeneración. La palabra "lavamiento" es la forma sustantiva de la palabra "lavado o bañado" en la narrativa del lavado de pies. El lavamiento de la regeneración tiene lugar durante el bautismo, porque a través del bautismo, nuestros pecados son perdonados y se nos da una nueva vida espiritual. Hechos 22:16 confirma esta enseñanza:
‘Ahora, pues, ¿por qué te detienes? Levántate y bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre’.
La palabra griega para "lavar" es una palabra compuesta que combina las palabras "lavar" y "quitar". La primera parte de esta palabra compuesta es la misma palabra “bañar” que Jesús usó en sus palabras a Pedro. El lavamiento de los pecados ocurre cuando una persona es bautizada en Cristo.
Este es el lavamiento espiritual al que se refería nuestro Señor Jesús. El Señor Jesús le estaba explicando a Pedro que, aquel que ya está lavado mediante el bautismo, sólo necesita lavarse los pies. Esto significa que el lavado de pies se aplica a todos los que han sido lavados en el bautismo. Después de haber sido bautizados en el nombre del Señor Jesucristo y que nuestros pecados hayan sido lavados, también debemos dejar que el Señor Jesús nos lave los pies.
Una comisión para la iglesia
Nuestro Señor Jesús ha resucitado y ascendido al cielo. ¿Cómo puede el Señor lavarnos los pies hoy? Leamos ahora lo que el Señor Jesús dijo a sus discípulos después de haberles lavado los pies:
Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. (Juan 13:15)
El Señor Jesús les confió la responsabilidad del lavado de pies a sus discípulos. Debían hacer tal como el Señor había hecho con ellos. Así como el Señor Jesús les había lavado los pies, ellos también debían lavar los pies de otros discípulos. Luego el Señor Jesús continuó:
“De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió”. (Juan 13:16)
El Señor Jesús es el señor y el que envía. Los discípulos son los siervos y los enviados. Ahora que se les había confiado la tarea de lavar los pies de otros discípulos, ellos debían hacerlo fielmente según el ejemplo de Jesús. Hoy en día, la iglesia obedece el mandato del Señor y realiza el sacramento del lavado de pies a los miembros recién bautizados de la iglesia.
“De cierto, de cierto os digo: El que recibe al que yo enviare, me recibe a mí; y el que recibe a mí, recibe al que me envió”. (Juan 13:20)
Aquí Jesús siguió hablando acerca del lavado de pies. Nuestro Señor Jesús declaró que el que recibe al que Él había enviado es recibir a Él y al Padre que había enviado a Él. En términos del lavado de pies, el que recibe el lavado de aquel que el Señor Jesús envió, recibe el lavado del Señor mismo. Hoy, el Señor Jesús ha enviado a su iglesia a través del Espíritu Santo. Si recibimos el lavado de pies en la iglesia establecida por el Espíritu Santo, somos lavados por nuestro Señor Jesús. Al hacerlo, tenemos parte con el Señor.
Hace muchos años, una joven se bautizó en La Verdadera Iglesia de Jesús. Durante el sacramento del lavado de pies, cuando la diaconisa de la iglesia estaba a punto de lavarle los pies, la joven tuvo una visión. En su visión, en lugar de ver a la diaconisa lavándole los pies, vio al Señor Jesús. Esta visión nos recuerda la verdad de la Biblia. Hoy en día, cuando la iglesia lava los pies a los nuevos creyentes, lo hace en nombre del Señor Jesús.
Enseñanzas prácticas del lavado de pies
Más allá del efecto que tiene el lavado de pies en la salvación, el lavado de pies de Jesús se extiende también a nuestras vidas diarias como cristianos.
Guardar nuestros pies
La Biblia utiliza a menudo los pies como símbolo de estado o conducta. Por ejemplo, en Salmo 40:2 dice:
Y me hizo sacar del pozo de la desesperación, del lodo cenagoso; puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.
Dios nos sacó del pozo y puso nuestros pies sobre la peña. Este lenguaje figurativo describe cómo Dios salvó nuestras almas y nos puso bajo su protección y cuidado. Por la misericordia de Dios, podemos permanecer en su gracia. Debemos continuar permaneciendo en el amor de nuestro Señor Jesús.
El Señor Jesús dijo a sus discípulos:
Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor. (Juan 15:10)
La forma de permanecer en el amor de nuestro Señor Jesús es guardando sus mandamientos. Ahora que tenemos parte con el Señor Jesús a través del lavado de pies, nuestros pies deben andar en el camino de Cristo. Ya no debemos andar en el pecado, sino que debemos andar en la luz, haciendo lo que le agrada a nuestro Señor.
Judas Iscariote, uno de los discípulos de Jesús, también recibió el lavado de pies de Jesús. Pero el Señor Jesús dijo que Judas había levantado el calcañar contra su maestro. En otras palabras, Judas había traicionado al Señor. Sus pies no anduvieron por el camino de la justicia, sino que anduvieron en el pecado y en las tinieblas.
Y el Dios de paz aplastará en breve a Satanás bajo vuestros pies. (Romanos 16:20)
La Biblia promete que Dios aplastará a Satanás bajo los pies de los creyentes. Dios lo destruirá con nuestros pies. Nuestros pies son instrumentos de Dios. Dios usará nuestros pies para derrotar a Satanás y Satanás no tendrá poder sobre nosotros. Debemos vencer al pecado en nuestras vidas diarias y vivir como hijos de la luz. Mediante nuestras conductas piadosas, Dios declarará la victoria sobre Satanás.
Amarse los unos a los otros
El Señor Jesús no solo comisionó a los discípulos a lavar los pies de otros creyentes como sacramento para la salvación, sino que también les instruyó a lavarse los pies los unos a los otros:
Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. (Juan 13:14)
El Señor Jesús fue mucho más grande que sus discípulos. Él fue su Señor y su Maestro. Pero se humilló, tomó la forma de un esclavo y lavó los pies de sus discípulos. Él quiere que también nos humillemos y lavemos los pies los unos a los otros.
Nuestro Señor Jesús, con su ejemplo, nos ha mostrado lo que significa amar a los demás. Siendo en forma de Dios, se despojó a sí mismo y tomó la forma de un siervo. Vino para servir, no para ser servido.
Amar es dar y servir, sin esperar nada a cambio. Amar a los demás requiere servicio a los demás. Eso implica mucha humildad.
Lavar los pies de otra persona es lavar la parte más humilde de ella. Sería mucho más fácil lavarle las manos a alguien. Pero nuestro Señor Jesús quiere que nos lavemos los pies los unos a los otros. El verdadero amor es amar a aquellos que no son dignos de ser amados.
Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado. Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo. (Gálatas 6:1-2)
Cuando vemos los defectos de nuestros hermanos y hermanas, es fácil que los despreciemos o los critiquemos. Pero la Biblia nos enseña a sobrellevar las cargas de los demás. Eso significa aceptar a los demás a pesar de sus defectos y guiarlos con paciencia por el camino correcto.
Nuestro Señor Jesús dijo a sus discípulos: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”. Al lavar los pies de sus discípulos, Él nos demostró cómo amarnos los unos a los otros. Obedezcamos el mandato de nuestro Señor y aprendamos a poner en práctica su amor.
Preguntas y respuestas frecuentes
- ¿Es el lavado de pies necesario para la salvación? [9.1-9.2]
- ¿Por qué no nos lavamos los pies unos a otros durante el sacramento? [9.3]
Respuestas (Preguntas y respuestas, Capítulo 9: El lavado de pies)