Guías didácticas:
- Puede optar por completar este tema en una sesión.
- El objetivo de esta clase es ayudar a los buscadores de la verdad a comprender el origen y el significado de la Santa Comunión, su necesidad para la salvación y lo que significa para la vida cristiana.
Diapositivas de presentación:
▶️ Diapositivas sobre la Santa Comunión para usar en clase
Jesús instituyó la Santa Comunión
La Santa Comunión es un sacramento establecido por el Señor Jesús y tiene un significado espiritual para nosotros debido a su efecto de salvación. Los sacramentos son actos que el Señor Jesús mismo instituyó y mandó para que los guardemos. A través de ellos, Jesús nos da la vida eterna.
El mandato de Jesús
La noche en que Jesús fue traicionado, justo antes de su crucifixión, Jesús estableció el sacramento de la Santa Comunión. Cuatro libros de la Biblia registran este importante momento que tuvo lugar durante la última cena de Jesús con los discípulos.
Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. (1 Corintios 11:23-25)
Jesús fue directo en los mandamientos para sus discípulos, los cuales nos son transmitidos hoy. Les dijo que comieran del pan y bebieran de la copa. En el versículo que acabamos de leer, Jesús repitió la frase “haced esto” a sus discípulos, lo que indica que este acto no se limita a esa cena en particular. “Haced esto todas las veces” significa que no fue solo una vez, sino que ellos debían continuar comiendo del pan y bebiendo de la copa después de que se fuera Jesús.
Observado por la iglesia
El apóstol Pablo fue seguidor de Cristo después de la muerte y resurrección de Jesús. Sin embargo, la verdad y la importancia de la Santa Comunión le fueron reveladas directamente a Pablo por el Señor Jesús.
Porque yo recibí del Señor lo que también os he enseñado: Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; (1 Corintios 11:23)
Pablo recibió del Señor el entendimiento de que la Santa Comunión era importante y necesaria de ser observada, y pasó este decreto a los creyentes. De los escritos de Pablo a la iglesia de Corinto, sabemos que la iglesia del Nuevo Testamento guardaba la Santa Comunión, ya que se la describe como una práctica en la que todos participaban.
La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan. (1 Corintios 10:16-17)
La comunión que tenemos con Cristo a través de su cuerpo y sangre es de donde proviene el término de “Santa Comunión”. Aunque Dios pueda parecer intangible y lejos de nosotros, hoy nos unimos al Señor en su mesa cuando participamos de la Santa Comunión.
El pan y la copa
En La Verdadera Iglesia de Jesús, usamos pan sin levadura en la Santa Comunión. El pan sin levadura se elabora sin levadura o fermentación. Sabemos que el pan que Jesús y sus discípulos comieron durante la última cena era sin levadura porque la cena tuvo lugar en la Pascua, o sea, el primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura (Marcos 14:12). En el primer día de la Fiesta de los Panes sin Levadura, se debía quitar la levadura de la casa (Éxodo 12:15), y luego se debía comer pan sin levadura durante siete días (Éxodo 12:18-20).
Además del pan sin levadura, siguiendo las enseñanzas de la Biblia, usamos un solo pan que se parte en pedazos.
Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan. (1 Corintios 10:17)
Este versículo especifica que es “uno solo el pan”, “aquel mismo pan”. Es por ello que usamos un solo pan en lugar de galletas o panecillos separados.
Durante la Santa Comunión, usamos jugo de vid en lugar de vino, de acuerdo a la descripción de Jesús acerca de la copa:
“Y os digo que desde ahora no beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día en que lo beba nuevo con vosotros en el reino de mi Padre”. (Mateo 26:29)
El pan y la copa que usamos en la comunión son elementos físicos que podemos tocar y comer, pero en el espíritu, son más que alimentos tangibles visibles.
Jesús nos dice que el pan es su cuerpo.
Y tomó el pan y dio gracias, y lo partió y les dio, diciendo: Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí. (Lucas 22:19)
Y en Mateo, Jesús dice que la copa es su sangre.
Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos; porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. (Mateo 26:27-28)
Jesús no dijo que el pan simboliza su cuerpo, sino que el pan es su cuerpo. Asimismo, la copa no simboliza su sangre, sino que es su sangre. Así como Jesús bendijo y dio gracias por el pan y la copa durante su última cena con los discípulos, hoy cuando consagramos el pan y la copa, en el espíritu, estamos participando también de su verdadera carne y sangre.
El efecto de salvación
En Juan capítulo 6, Jesús proclamó ante una gran multitud que Él es el pan de vida y que la gente del mundo necesita comer de su carne. Él dijo:
“Yo soy el pan vivo que descendió del cielo; si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo daré es mi carne, la cual yo daré por la vida del mundo”. (Juan 6:51)
En ese momento, los que escucharon a Jesús no pudieron entender cómo esto era posible. En respuesta a su confusión, Jesús no cambió ni matizó su declaración. Jesús volvió a afirmar que necesitaban comer la carne del Hijo del Hombre y beber su sangre. Y la razón que les dio fue que esto está vinculado a la vida eterna y a la resurrección.
“El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero”. (Juan 6:54)
Hoy participamos de su cuerpo y de su sangre a través del sacramento de la Santa Comunión, que es necesario para que alcancemos nuestra meta final de la vida eterna y resucitemos en el día final.
Jesús también dijo:
“El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece, y yo en él”. (Juan 6:56)
El significado de la Santa Comunión
Jesús estableció la Santa Comunión como una forma para recordarlo.
y habiendo dado gracias, lo partió, y dijo: “Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido; haced esto en memoria de mí”. Asimismo tomó también la copa, después de haber cenado, diciendo: “Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre; haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí”. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”. (1 Corintios 11:24-26)
Pablo añade que al observar la Santa Comunión, anunciamos la muerte de Jesús. La muerte y el sacrificio de Jesús es el centro de la Santa Comunión, y es un recordatorio de que su muerte nos ha abierto el camino a la salvación.
En el Antiguo Testamento, la Pascua era el día en que los israelitas recordaban cómo Dios los había liberado de Egipto. Dios estableció la Pascua y ordenó a los israelitas a observar este evento anual especial para recordarles que una vez fueron esclavos pero Dios los hizo libres. En ese día, los israelitas tenían que sacrificar un cordero en memoria de cómo la sangre del cordero los había salvado de la muerte en Egipto. En la última cena de Jesús, durante el día de la Pascua, Él estableció la Santa Comunión. Hoy, la Santa Comunión lleva el mismo significado espiritual para nosotros. El cordero de la Fiesta de la Pascua prefigura a Jesús y su sangre nos salva de la esclavitud espiritual.
Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad. (1 Corintios 5:7-8)
Jesucristo cumplió la Pascua a través de su sacrificio y su muerte. Como se menciona en 1 Corintios 10:16, esta copa es una “copa de bendición”. Con un corazón agradecido, recibimos la sangre de Jesús que nos salva. La sangre de Jesús fue derramada con el propósito de que recibamos el perdón de nuestros pecados. Por lo tanto, a través de su sangre, somos salvos por gracia, no por nuestras obras. Sin la remisión de nuestros pecados, no podríamos establecer un pacto con Dios. Un pacto es una íntima relación espiritual que Dios desea tener con nosotros, pero que requiere de nuestra aceptación.
Forma de participar
Pablo escribió a la iglesia de Corinto que uno debía tener cuidado al participar del cuerpo y de la sangre de Cristo.
Por tanto, pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa. Porque el que come y bebe indignamente, sin discernir el cuerpo del Señor, juicio come y bebe para sí. Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen. Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados. (1 Corintios 11:28-31)
Hoy, antes de participar de la Santa Comunión, nos arrepentimos de nuestros pecados y nos examinamos para no ser juzgados. Si participamos indignamente, mostramos nuestra falta de entendimiento de que el pan y la copa son el cuerpo y la sangre de Jesús que nos han sido dados. Si comprendemos el valor de su sacrificio y que su cuerpo y su sangre son santos, entonces participaremos de la Santa Comunión con un corazón reverente.
La Santa Comunión y la vida práctica
Es una bendición poder participar del cuerpo y la sangre del Señor. La Santa Comunión se nos da para que, a través de ella, la muerte de Jesús pueda permanecer en el primer plano de nuestras vidas.
Debemos vivir para Aquel que murió por nosotros. Nuestras vidas no solo se tratan de alcanzar nuestros logros o metas personales. La Santa Comunión nos llama a evaluar si estamos sirviendo a otros para llevarlos a conocer a Jesús y si dedicamos nuestros actos y tiempos para promover el reino de Dios y difundir el evangelio de la salvación. En caso de no ser así, este es el momento para centrar nuestras energías y nuestros enfoques en el mayor propósito que tenemos en esta vida terrenal.
La santidad
Esto comienza con nuestra santidad. Puesto que somos limpiados por el sacrificio de Cristo, debemos hacer nuestra parte de mantenernos limpios.
Dado que participamos de la copa del Señor, no podemos participar de la comida ofrecida a los ídolos. Comer y beber del cuerpo de Cristo es estar en comunión con Cristo, por consiguiente, no podemos tener comunión con los demonios.
Además, para mantenernos limpios, debemos estar conscientes de lo que hay dentro de nuestros corazones, ya que eso es lo que contamina a uno. Aunque los que nos rodean no sepan lo que hay en nuestros corazones, Dios lo ve todo.
Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad. (1 Corintios 5:7-8)
El primer paso para quitar la levadura dentro de nosotros es enfrentarnos y ser honestos con nosotros mismos. ¿Deseamos y trabajamos por el bien de los demás? ¿Estamos motivados por las buenas intenciones? Si no fuese así, entonces tendríamos que arrepentirnos y pedirle a Dios que nos perdone por la actitud incorrecta detrás de nuestras acciones. No sigamos viviendo con un corazón insensible. A través de la Santa Comunión, Dios nos recuerda lo bendecidos que somos. Él ha tomado la iniciativa de apartarnos de las maldades. En nuestras vidas diarias, mientras sigamos peleando en esta batalla espiritual, Él está con nosotros y nos ayudará a vencer los males que decidamos dejar atrás. Por lo tanto, determinémonos a desechar el mal de nuestros corazones. Con la ayuda del Espíritu Santo, Él nos dará el poder de caminar en la verdad y de santificarnos.
El amor
Al participar de la carne y de la sangre de Jesús, además de tener comunión con nuestro Señor Jesús, también estamos en comunión con nuestros hermanos y hermanas.
Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan. (1 Corintios 10:17)
La Santa Comunión nos recuerda que, a causa de Jesús, somos un solo cuerpo. Por lo tanto, mostramos nuestro amor a Jesús cuando amamos a aquellos por quienes Jesús murió. Cuando amamos a nuestros hermanos y hermanas, lo hacemos por el Señor Jesús y por amor a nosotros mismos. Dado que todos somos parte de un solo cuerpo, el bienestar del cuerpo de la iglesia es nuestro propio bienestar.
Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. (1 Corintios 12:24-26)
Estamos acostumbrados a pensar en nosotros como individuos separados. Por lo tanto, la Santa Comunión es el momento para reflexionar sobre nosotros mismos: ¿Consideramos como propios la alegría y el sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas? ¿Nos esforzamos por edificar el cuerpo de Cristo como si fuera nuestro? El amor de Dios nos impulsa a amar a nuestros hermanos y hermanas tal como Jesús nos ha amado:
En esto hemos conocido el amor, en que él puso su vida por nosotros; también nosotros debemos poner nuestras vidas por los hermanos. (1 Juan 3:16)
No merecemos este amor profundo que, por nosotros, le hizo caminar voluntariamente hacia el sufrimiento de la cruz y renunciar todo lo que tenía. Nos recuerda que nuestro sufrimiento palidece en comparación con lo que Él sufrió por nosotros, y que debemos estar dispuestos a hacer más por Cristo esforzándonos por nuestra propia santidad y amando a nuestros hermanos y hermanas.
Recordar la muerte de Jesús no es solo repasar lo ocurrido en la historia. Recordar a Jesús es reconocer que hemos recibido un don que está por encima de lo que podríamos ganar o pagar. Nuestra gratitud y humildad nos llama a vivir nuestras vidas para Él y a amarlo más.
Preguntas y respuestas frecuentes
- ¿Es necesaria la Santa Comunión para la salvación? [10.1-10.2]
- ¿Son bíblicas la transubstanciación o la consubstanciación?
- ¿Por qué el simbolismo es incorrecto? [10.3]
- ¿Quién puede participar de la Santa Comunión? [10.4-10.5]
- Después de dar las gracias, el pan y el jugo de uva son el cuerpo y la sangre del Señor. Al comer y beber la comunión, podemos recibir los efectos espirituales prometidos por la palabra de Dios. Pero, materialmente, el pan y el jugo no cambian.
- El maná que comieron los israelitas en el desierto prefigura el verdadero pan del cielo: la carne del Señor Jesús (Juan 6:31-33, 49-51). Según Pablo, los israelitas comían “alimento espiritual” y bebían “bebida espiritual” (1 Corintios 10:3-4). La prefiguración se aplica en términos espirituales. Por lo tanto, durante la Santa Comunión, participamos del cuerpo espiritual y de la sangre espiritual del Señor.
- El Señor Jesús dijo: “El Espíritu es el que da vida; la carne para nada aprovecha” (Juan 6:63). Aquí, Jesús dio un paso más y explicó el pasaje anterior (versículos 32-57), que a sus seguidores les resultó difícil de aceptar (versículo 60). En otras palabras, la carne y la sangre a las que Jesús se refería eran carne y sangre en el sentido espiritual más que material.
Respuestas (Preguntas y respuestas, Capítulo 10: La Santa Comunión)
La transubstanciación enseña que después de dar gracias, el pan y el vino de uva se transforman materialmente en el cuerpo y la sangre física del Señor Jesús. La consubstanciación enseña que el cuerpo y la sangre física coexisten con el pan y el vino de uva. ¿Por qué La Verdadera Iglesia de Jesús no está de acuerdo con estos puntos de vista?